SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Se ha prestado más atención a denunciar el capitalismo que a crear las condiciones de desarrollo del socialismo.-

 

Recordemos que los primeros gestos del movimiento obrero, cuando nacía, eran defensivos, se trataba para los obreros de aparecer, al menos, unidos frente al todopoderoso empresario.

Solo más tarde comienzan a aparecer las ideas sobre otro tipo de realidad, en la que los obreros se convertirían en ciudadanos de una sociedad de iguales, donde reinaría la abundancia y la armonía. Era la aparición el socialismo utópico.

A partir de este periodo idealista y voluntarista (con buena voluntad por parte de todos lo conseguiremos todo), comienza una fase, en la que aún nos encontramos, que se caracteriza por un mejor conocimiento de la situación real de la que parten los obreros, y por consiguiente, por un drástico recorte en la amplitud de las metas   y, sobre todo, de los plazos señalados para conseguirlas.

Lenin, con un aporte considerable de toda la teoría elaborada por pensadores y dirigentes, y por la práctica ya larga de las luchas sindicales, principalmente, arranca el mayor intento de convertir a la práctica, toda la teoría acumulada.

Largos años de experiencia en el poder, provocan severas correcciones a unas teorías que hasta entonces no se habían enfrentado a su puesta en práctica.

La fórmula aplicada, colectivización y planificación estatal de la producción, planteó más problemas que los que resolvió.

La teoría decía, asociación libre de productores, que aprovechando las ventajas que aportan la cooperación y la aplicación a la producción de la ciencia, abrirán una nueva era para la humanidad. Los trabajadores serán dueños de su trabajo (los medios, la dirección técnica y los frutos), y se acabará la explotación del hombre por el hombre.

La teoría por su propio ser, opera en abstracto, sin datos concretos, solo señala principios generales.

La asociación voluntaria de productores, tal como la presenta la teoría, supone lo siguiente.

Que se trata de productores, no de obreros. Los productores disponen de sus medios de trabajo, los dominan técnicamente y se apropian sus productos. Es decir, son trabajadores por cuenta propia.

Por lo tanto, los obreros quedan fuera de la definición de la teoría. Al menos, individualmente.

Otra cosa sería considerarlos formando parte de una empresa, en cuyo caso, trabajadores y empresario juntos constituirían un productor. Pero su unión voluntaria no sería la realidad que contempla la teoría.

Al encontrarse con dos tipos de producción, en Rusia, la campesina y la industrial, Lenin tuvo esa sorprendente alusión a las cooperativas con respecto a los campesinos. Y es que le vino a la cabeza la teoría socialista, que venía como anillo al dedo a los campesinos (asociación voluntaria de productores). ¡Cómo lo habían descuidado!, se lamentaba Lenin al final de su vida de dirigente. De pronto, volvió el Lenin teórico, que conocía muy bien todo lo estudiado y escrito por Marx y Engels.

Este hubiese sido el camino correcto, según la teoría, si toda la producción rusa hubiese sido campesina. Campesina y artesana, es decir, con procesos de trabajo por cuenta propia. La asociación voluntaria de todos o de la parte interesada en ello, constituiría sin duda un ahorro de costes y un gran salto en la productividad del trabajo en común. Una producción así ordenada, iría creando sus instituciones propias que, presumiblemente, serían más transparentes, sencillas y eficientes que el Estado que tenían. Y así, estarían en el camino que puede llevar el comunismo, es decir, en el socialismo. ¡Tampoco es tan complicado! (En la teoría).

Pero se encontraron con los capitalistas y los obreros en la industria principalmente. Y esto complicaba las cosas. Si el capital hubiese penetrado en el campo como lo había hecho en la industria, el problema sería el mismo en ambos sectores. Pero, la realidad es que se encontraron con dos maneras de prestar el trabajo, es decir, con dos tipo de producción; Uno por cuenta propia y otro por cuenta ajena.

Marx había estudiado muy detenidamente la forma de ordenar el trabajo material por parte del capital. Sus estudios le llevaron a la conclusión de que el capitalismo, es decir, el régimen de funcionamiento del capital, obedece a ciertas normas o leyes, que llevadas a su pleno cumplimiento, resultaban contradictorias entre sí. Es cierto, que también advirtió que se trataba de leyes de tendencia (si no se opone nada, tienden a funcionar así), es decir, si les quitas todos los obstáculos, funcionan; en otro caso quedan sin efecto hasta desaparecer el obstáculo.

Por ejemplo. El capital tiene que estrujar al obrero para obtener su ganancia; si lo estruja más, más ganancia obtiene. Esta es una norma o regla de funcionamiento del capital. Y es contradictoria con otra que dice que cuanto más produzca el capitalista más gana; y la contradicción viene de que un obrero cada vez más estrujado, cada vez compra menos, por tanto, no habrá quien le compre a los capitalistas y se arruinarán.

Las dos son leyes de tendencia. Si no se impide, acaban con el sistema ¿cómo se impide? Aumentando la productividad del obrero (antes produciría 10 al día y ahora produce 15. Antes su salario eran de 5 y la ganancia 5, y ahora la ganancia es de 8 y el salario de 7). De esta manera se sale del atasco, momentáneamente porque lo cierto es que las dos leyes siguen amenazando con su contradicción.

Y como éstas, hay otras leyes que rigen el funcionamiento del capital, y que con su puro cumplimiento harían inviable todo el sistema. Marx y Engels estudiaron en profundidad estos temas y los hicieron asequibles con su publicación a cuantos estudiosos y dirigentes estaban interesados en estas cuestiones. El movimiento obrero recogió todos estos nuevos conceptos, enriquecimiento con ellos su teoría. Por esta razón, a los partidos comunistas se les ha atribuido su condición de marxistas.

Estas leyes del capitalismo, estudiadas por Marx, están presentadas de tal modo, que se asemejan a lo que sería una profecía. Por ejemplo, la ley de la tasa decreciente de ganancia, recordaremos que, de manera muy simplificada dice así: un capitalista individual, en su lucha con la competencia, para abaratar su producto, invierte en maquinaria, que le permite distribuir entre el mayor número de unidades que produce los costes de producción, saliéndole menos valor por cada unidad producida. Pues bien, con esa operación, lo que ha hecho es aumentar la parte del capital que no produce valor (recordemos que medios de trabajo y materias primas, no crean valor, reproducen el que contiene), reduciendo, en proporción, el que sí produce plusvalor, es decir, el invertido en trabajo vivo, en salarios. Como la ganancia resulta de dividir el capital invertido por los productos obtenidos, cuanto más crezca el capital que no produce nuevo valor, menor será la ganancia por cada peseta invertida, es decir, lo que se llama la tasa de ganancia disminuye; aunque, al producir más unidades, se gana menos por cada una (tasa de ganancia), pero se aumenta la ganancia total (masa de ganancia), porque se invierte más.

Esta ley conduce a que, cada aumento de la productividad significa una disminución en la tasa de ganancia. Como el crecimiento de la productividad es constante en el capitalismo, la tasa de ganancia decrece también de manera constante.

Este tipo de razonamiento, frecuente en los estudios de Marx, lleva a sus seguidores al firme convencimiento de que la vida del capital tiene los días contados. Esta convicción, que Marx y Engels compartieron, tuvo, ha tenido, una extraordinaria influencia en el pensamiento comunista y muy particularmente en la teoría manejada por los partidos comunistas.

“Esto se hunde, preparémonos”, ha sido el lema de los comunistas europeos durante un montón de años. Había que prepararse para recoger la herencia capitalista. En un lugar se hundió, lo hundió, lo hundieron (en Rusia), y descubrieron que no tenían nada preparado para sustituirlo.

Los comunistas han prestado una atención preferente a derrumbar al capitalismo, y menos, mucha menos, a montar las condiciones de desarrollo del socialismo, del comunismo. De forma que parecía que ser socialista o comunista solo era ser anticapitalista.

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